Gabo Ferro


“La canción es peligrosa de por sí”

Con una poesía pulida y sensible, el cantautor es una de las buenas noticias que dio el rock en esta década. Aquí, cuestiona a l industria discográfica y repasa sus tres sorprendentes discos.



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"Dios me ha pedido un techo. / Cansado de todo ese cielo, / de no te
ner nada encima del lomo, / de no tener nada, / de tenerlo todo. // Dios me ha pedido un beso. / Le acerco mi boca, / no besa, no toca, / Dios nunca ha besado / siendo tan amado. // Dios me ha pedido un padre. / Presente o ausente, / amante o hiriente, / que le hable y lo calle / y que lo alimente."

Así, nada menos, escribe Gabo Ferro. La canción se llama "Dios me ha pedido un techo" y está incluida en su primer disco, Canciones que un hombre no debería cantar (2005).

Ex líder de Porco, banda harcore de los '90; historiador a punto de publicar su tesis de maestría; dueño de una de las poéticas más elaboradas dentro de la canción rock modelo siglo XXI; artista independiente por opción y actitud.

Entrevistado por Adrián Gargiulo en
Cosas Tuyas, por Radioeter, Ferro cuestionó con dureza a la industria musical, reivindicó el género canción y su ambición de contar el mundo y explicó cómo se las arregló para hablar de amor sin hacer un disco de Arjona.

"Creo -señala- que la canción que se llamó de protesta en los '60 y '70 era una canción lo suficientemente peligrosa como para que la industria se encargara enseguida de hacerla 'pasar de moda', entre comillas, para que no sea más, de nuevo comillas, 'consumida' y, por lo tanto, no sea más negocio. Tiene que ver con la invención que los medio
s hacen de ciertas realidades. La canción es peligrosa de por sí, y la canción de protesta era doblemente peligrosa porque era político-activista y hasta político-partidaria."

"Hubo entonces una creación para que cada vez que venía un señor o a una señora con la guitarra se dijera 'uf, ahí viene el panfleto' o 'viene el aburrimiento'. Yo creo que hubo canciones de protesta aburridas y panfletarias, pero también hubo canciones a toda orquesta aburridas y panfletarias", concluye.

Si no fuera por sus resonancias rimbombantes, bien se podría decir que Gabo Ferro está embarcado en una cruzada contra la industria discográfica. Sus manejos fueron los que lo eyectaron de la aventura de Porco y lo recluyeron en un silencio de siete años, en el que se dedicó a estudiar historia.

"Regalé los discos, vendí el micrófono y la guitarra. No escuchaba música, no cantaba. Estudiaba de la mañana a la noche con placer y alegría", recuerda, pero aclara: "No era un luto ni nada. Es más, me había sacado una súper mochila porque yo había confundido la industria de la música con la música misma. Me llevó mucha formación y mucho tiempo darme cuenta de que las dos cosas no son una sola. Cuando me di cuenta de eso, empecé a volver."


"SE DIVIDIÓ EL CHARCO"

Y volvió.

Rápidamente, Gabo Ferro se convirtió en una de las voces más sensibles de una nueva camada de cantautores -Pablo Dacal, Juan Ravioli, Pablo Grinjot, Flopa, Alvy Singer, Tomi Lebrero…- en la que, justamente, lo que no falta es sensibilidad. Desprejuiciados en el terreno de las influencias, pero anclados en la jugosa tradición de la canción-rock y fieles al ancestral mandato trovadoresco del género.

"Yo trato de cantar sobre lo que nadie canta pero que, sin embargo, es absolutamente real. Eso es lo
que me motiva. Estamos en una ciudad y en un momento histórico en donde las minorías están presentes, muchas veces por la caricatura, como las minorías de género. Me parecía que había que tocar un montón de historias que tenían que ver con la belleza y la importancia de las minorías. Sentía la necesidad de hablar sobre eso y hacerlo desde el lugar más respetuoso y poético posible", señala sobre Todo lo sólido se desvanece en el aire (2006), su segundo disco.

Ese álbum significó un parteaguas ("Se dividió el charco, más bien…", modera) en más de un sentido. No sólo hizo ruido la cita del
Manifiesto comunista, de Marx y Engels, en el título ("Ese fragmento es poesía"), sino también la renuncia a utilizar una imagen en portada.

En su lugar, salió un abigarrado texto firmado por Ferro sobre los rumbos gelatinosos hacia los que la industria musical llevó a la música: "Para hacer música, en algún momento se necesitó al músico, a la mejor melodía que pudiera crearse y a la mejor letra que pudiera escribirse. Hoy, en general, estos elementos ya no son indispensables para que se conforme un repertorio ni se haga un disco. ¿Qué nos hizo perder de vis
ta que la imaginería, las agencias, los medios masivos de difusión y comunicación, los productores full time, los diseños gráficos, los sponsors y las compañías discográficas hacen los discos pero no las canciones? ¿Por qué algunos músicos se representan en imágenes antes de imaginarse su mejor canción?", dice un fragmento.La tapa dividió a los diseñadores gráficos entre el odio y la adoración. "Igual -se lamenta Ferro-, yo tenía la fantasía de que levantara un tanto más el nivel de debate, pero no. Para muchos músicos prestigiosos no era un disco porque no tenía la fotografía. Todo lo que hacía eso era reforzar lo que yo pensaba."

Para el tercer disco decidió subir la apuesta y meterse con un tema que poco admite las medias tintas: o se lo simplifica hasta el ridículo o se cae enredado en su complejidad: el amor. "Quería tratar el tema del amor en todas las facetas que se me ocurrieran. Fue terrible, porque… el amor y la música… Cuando me ponía a pensar, decía: '¿Voy a hacer un disco como los de Arjona? ¿Cómo hago para hacer esto que deseo mucho, pero esquivando ese bulto?"

"Entones -explica, historiador al fin- me fui al Romanticismo del siglo XIX, a ese amor sublime, que da terror y que sin embargo es maravilloso. Y creo que fui al amor verdadero. Allí, en el siglo XIX o fines del XVIII, es donde el amor aparece dentro de la historia. Rearmé la banda con músicos que estudiaron mucho el Romanticismo en sus instrumentos y lo grabé en dos noches de luna: está todo pautado como para que ese universo pudiera impregnarse todo lo posible, para traer esa cosa del amor y el dolor como una cosa que no puede escindirse".

Así nació
Mañana no debe seguir siendo esto (2007), un "disco documental". ¿Por qué? "Para acercarlo a la verdad. Creo que la verdad tiene que recuperarse en la música. Los discos que me gustan -confiesa- son discos que tienen cosas terribles, desafinaciones o imperfecciones. Para hacer los discos, me junto con los que voy a grabar, se microfonea todo y se toca como si fuera un ensayo, un concierto. Y eso es lo que queda en el disco."

Ferro decidió hacer una presentación del disco en La Trastienda, lugar, por varias razones, poco visitado por los artistas independientes: "Me gusta eso de… no sé si decir 'luchar'… Digamos, de trabajar desde adentro de la bestia. Llegar a una Trastienda no dice para mí lo mismo que para otros. Para mí es tocar en un lugar donde la industria está siempre presente, es
ver que eso es posible sin tener de amigo al diablo. Podés hablar con el diablo perfectamente, tomarte un café, pero sin casarte con él."

Otro de los blancos predilectos contra los que Gabo Ferro dispara en sus críticas a la industria es lo que él llama "discos sábana", en donde, "en general, hay uno, dos o tres temas buenos, que son los cortes para los videoclips, y después un 'metamos canciones".

Explica: "Yo pienso al disco como obra, hasta te diría que pienso en lado A y lado B. Cuando me preguntan '¿Qué tema querés que pasemos?', yo digo: 'oh…no sé'. Porque realmente pienso el disco como una obra. No digo: 'tengo estos dos temas re-buenos y el resto completa el disco'. Si no tengo 12 o 14 temas que me emocionan y completan una obra, me guardo las canciones."

Una de ellas, "Que llegue la noche", por ejemplo, tuvo que esperar que pasaran dos discos hasta ser publicada en
Mañana no debe seguir siendo esto: "me parecía que tenía un universo que no tenía nada que ver con Canciones… ni con Todo lo sólido…, y acá encajó perfectamente." El récord lo rompió "La cabeza de la novia cayó sin su velo", cuyo verso inicial, el que da título a la canción, estuvo encajonado durante doce años.


ACCIÓN ARTESANAL

Fue en algún punto una humorada. Pero también otra forma de difundir sus canciones y, de paso, dar otra mordida contra la lógica de la industria. En 2005 y 2006 puso en la calle dos discos "piratas" de su propia factura.

El primero,
En vivo en New Bern, NC, USA, nació de la primera gira que Gabo Ferro realizó en el país del norte. Explica: "¿Viste cuando volvés de un viaje y querés mostrarles las fotos a tus amigos? Bueno, entonces dije: 'esto no tiene la calidad de un disco, así que vamos a autopiratearlo y vamos a compartirlo'. Hice una tirada de mil que voló."

Al año siguiente, sacó
Presentación de Canciones..., registro del recital en el Centro Cultural San Martín en el que presentó su primer disco. "Claro, como los vendo a cinco pesos, es un montón de trabajo que no me da ninguna ganancia económica. Pero me da muchísimos réditos afectivos. Aparte, cada disco -esto habla de mi chifladura- está copiado por mí y firmado por mí. Sólo lo vendía en mis shows. Así salieron los dos piratas. Obviamente, el segundo me llevó prácticamente a la internación por sobre-exceso de trabajo."

Sus discos oficiales fueron editados a través de Azione Artigianale, el sello de Pez que abrió sus brazos para acoger a varios más: "Somos unos cuantos músicos que ponemos nuestros discos bajo ese sello. La gente se babea y dice: '¡Che, qué catálogo!' ¡Ningún catálogo! Hacemos nuestros discos y decimos: 'Che, pasame el sellito'. Estoy hablando de Ariel Minimal con Pez, Flopa, Juan Ravioli, Helecho, Sur Oculto y por-favor-que-me-disculpe-si-me-olvido-de-alguien."

Para este año, está pendiente un proyecto que comenzó a gestarse en 2007: la comunión entre Azione y Melopea, quizás el más emblemático de los sellos independientes en el país. Ariel Minimal, Flopa y Gabo Ferro intercambian canciones con tres verdaderos próceres de esta historia: Lito Nebbia, Roque Narvaja y Emilio del Guercio. "Es como recuperar un poco de lo que estamos hablando -relata Ferro-. Esa es gente de los '60 que estuvo siempre trabajando, pero por una colectora de la industria. O, como en el caso de Emilio, retirado, siendo un talentazo, descreído un poco de todo esto. A veces me da gracia. Con justicia, a Spinetta se lo pone donde debe
estar, pero siempre digo lo mismo: en Almendra, ¿de quién es la voz de Spinetta, no será la de Emilio? ¿De quién es la voz de Emilio, no será la de Spinetta? Ahí hay algo tan difícil de escindir. Cuando lo escucho a Emilio y veo esas inflexiones de Almendra, ves un poco la cara y contracara de las cosas."



Niño estudioso

A fines de la década del '90, Gabo Ferro abandonó intempestivamente Porco y se metió de lleno a estudiar el Profesorado de Historia en la UBA. Siete años duró ese silencio, hasta 2005.

En la próxima Feria del Libro, presentará Barbarie y Civilización: Sangre, monstruos y vampiros durante el segundo gobierno de Rosas (1835-1852), su tesis de maestría en la Universidad de San Andrés.

José Emilio Burrucúa, su director de tesis, se enteró por los diarios de la carrera musical de su protegido. "Él convivió conmigo durante toda mi tesis y yo era el niño estudioso -rememora Ferro-. Cuando salió esa entrevista en el diario La Nación en la que hablaban sobre las cosas que había hecho y estaba haciendo, me llamó y me dijo: 'no sabía que eras un ícono punk'. Ahora, él está prologando la obra. Y sobre la presentación del libro me dijo: '¿Vamos a tocar?' Estoy fantaseando con eso: va a ser la presentación de un trabajo académico, pero calculo que va a ir gente que me escucha cantar. Va a ser un pastiche maravilloso."

¿De qué se trata la tesis?

Trabaja el universo metafórico del antirrosimo. Digamos que a Rosas le tiraron con dos metáforas muy fuertes: la de la sangre y la de lo monstruoso. Entonces, me puse a revisar toda la historiografía -desde las primeras revistas, de 1830, hasta los revisionistas y anti-revisionistas- y ver cómo esas dos metáforas se van repitiendo. Me propuse tejerlas y pensar por qué esas mismas metáforas son vertidas sobre Perón en el siglo XX. Borges y Bioy escriben en Montevideo "La fiesta del monstruo", que fue lo mismo que hicieron Mármol, Alberdi, Echeverría con Rosas en una revista de Montevideo, cien años antes. ¿Qué pasa en nuestra cabeza que tenemos esa impronta que hace que salga de la misma manera? Creo que es un laburo que está bueno. De hacho, ganó una mención honorífica en el Fondo Nacional de las Artes.

Va a levantar algún escandalete, ¿no?

Yo creo que los del Instituto Juan Manuel de Rosas me van a… llamar. Al menos. Esperemos poder debatir y no tener que pelear.

Redacción: Lucas Petersen
Foto: Guadalupe Gaona

1 comentario:

lamaga dijo...

muy buena la entrevista con quien creo uno de los artistas mas inteligentes e inclasificables de la actualidad. recien di con el programa y me engancha la propuesta. ahora sigo por el capitulo de Lisandro Aristimuño